20.9.12

Sosiego, un instinto animal

Después de un intenso recorrido de cuatro días en el País Vasco, dos amigas y yo subimos al tren de las 5 rumbo a Barcelona. El cansancio acumulado y el suave movimiento de los vagones seducían mi adormilado ser. Pero luché contra ello por temor a un futuro reclamo de mi cuello. Entonces saqué una libreta y me puse a garabatear el paisaje semi rural, semi urbano de Zaragoza.
  A lo lejos descubrí un punto negro que manchaba el azul sin nubes. Luego de observarlo un rato me di cuenta que se trataba de un águila, detenida por una fuerza invisible.
  La observé por no se cuánto tiempo, seguía sin moverse. No acechaba, no volaba, tan solo permanecía. Flotaba el animalejo, libre y sin prisas del tiempo, mientras yo me movía en un tren con horarios, con límites.
  Quién fuera esa águila, que simplemente disfrutaba de lo que mejor sabe hacer, sin esperar una retribución. ¿O fue acaso mi deseo de sosiego, el que confundió a un contemplativo animal con un predador listo para cazar?

No hay comentarios: