10.7.12

Terror interrumpido


El filoso chillido de un gato me pellizcó el oído. El sueño me abandonó de inmediato. Vagué insomne por el pasillo hasta llegar al sótano. Abrí la puerta y el sofocante y húmedo aire del cuarto golpeó mi rostro. Entré sin vacilar. Cada paso retumbaba en el cavernoso ambiente. Un sueño deletéreo invadió mi cuerpo y desmayé.

Sabor en el aire


Son casi las cinco de la tarde. El sol se cuela entre las rendijas de la ventana de la cocina y baña de luz el tazón de mangos recién cortados.

El dulce aroma de la fruta madura impregna el aire. Me acerco y tomo el primero. Es firme y de buen color, su textura aroma y sensación me hablan de un gusto ligeramente ácido que no es el que busco. Lo devuelvo y tomo un segundo. Puedo sentir la pulpa jugueteando debajo de la piel con cada ligero apretón de mi mano; me parece una fruta muy castigada por el tiempo. La devuelvo y quemo mi tercera oportunidad. Terso, amarillo, una superficie ligeramente pegajosa pero tan suave como firme, sin duda el mango elegido.

No lo pensé dos veces, lo desollé sin piedad, encajé los dientes en su jugosa carnosidad y ese dulzor que me sedujo antes fue uno conmigo.