13.6.11

Romería urbana

Cada 12 de diciembre todos los chilangos sabemos lo que vendrá... harto tráfico y harta gente caminando por las calles, alabando al máximo símbolo iconográfico de nuestro país (con todo el respeto que merece).

Crecí muy cerca de las imágenes religiosas, fiestas de devoción, visita de iglesias, ayunos... así pienso que somos los mexicanos, nos inculcan algo desde pequeños que quizá no entendemos, pero de todas formas lo seguimos porque nos dicen que así debe ser.

Siempre tuve curiosidad de saber qué era lo que movía a las personas a caminar durante días cargando cuadros y esculturas, custodiados por camionetas adornadas con banderines y flores de colores. ¿Qué hace que olviden el hambre, el cansancio y, en muchos casos, la pobreza?

Hace una semana, un muy buen amigo -no practicante ni remotamente- me platicó que, en su desesperación, pidió a la Virgen que lo ayudará con las broncas que lo venían asfixiando desde hace un tiempo... el hombre estaba realmente agobiado, se dejó la mata y no se afeitó en semanas.

Finalmente lo volví a ver, muy peinadito y sin el aspecto bestial. Los problemas se solucionaron.

-¡Hora de cumplir la manda!, le dije

Corte A...

Un domingo en la mañana nos reunimos. 9:00 (o 10:00 porque la puntualidad no está de moda) enfrente de Galerías Insurgentes... mi amigo (ex bestia), otro chico y yo listos para emprender un viaje tipo hobbit a la Villa.

15 km (o más) que nos tomó recorrer 4 hrs fueron suficientes para que la manda de uno se convirtiera en la manda de tres. Poco antes de llegar al final de la Av. de los Misterios dimos vuelta siguiendo el camellón y, como de película, detrás de los árboles vimos la enorme cúpula de la Basílica de Guadalupe.

Como buen domingo de Pentecostés, el lugar estaba repleto y la gente fluía por todos lados. Entramos al templo y vimos la imagen de la Virgen, asediada por los flashes de las cámaras de cientos de personas. Misión cumplida. ¿Y luego? decidimos darnos una vuelta por todo el recinto y conocer las otras tres iglesias. Subimos con trabajos los 6 escalones de la antigua basílica. Fue ahí cuando verdaderamente lo sentí. Frente a mí, el Santísimo adornaba el altar de un templo desgastado por los años. Enormes columnas sostenían las viejísimas cúpulas y la luz indirecta del sol iluminaba los vidrios deslavados de los ventanales.

Sentí todo el peso del cansancio bajar desde mi cabeza, pasar por mi pecho hasta los pies. Y ahí se quedó, en las desgastadas losas de la entrada. Di otro paso y mi cuerpo superó los efectos de la gravedad. Sentí una ligereza que brotaba desde mi interior. Y entonces lo entendí... ahora también, soy una peregrina.

Explanada de La Villa: iglesia del "pocito" y Basílica de Guadalupe.
Vista desde el Cerro del Tepeyac.

No hay comentarios: